Publicado originalmente en Salto al reverso
En medio de la tierra
aguardas
en el vaivén intranquilo,
desasosegado,
en el pequeño arrebato
controlado.
Y yo me acerco
muy despacio.
Espero
—como de los otros—
el reproche velado,
la posesión,
el reclamo.
Pero llega el ocaso
y te encuentro callado,
somnoliento, disperso,
manso.
Incontables seres
te han mirado sin verte,
te han traspasado,
invadido, tomado,
sin conocerte.
Han atravesado
sin atender
tus misterios transparentes.
En tu interior hay voces
de niños, hombres,
viajantes.
¿Será que se me permita
ser tu navegante?
¿Será que alguien debe
rozar siquiera
tu piel de colores tenues,
tus brillos tornasoleados,
tu belleza silente?
¿Ser el cielo reflejado
sobre ti mientras duermes?
¿Debe alguien recibir
en sus pies
el beso cálido?
¿Tomar de tu orilla
la piedra
como un regalo?
—Azotada e inacabada,
pulida a medias,
incrustada de brillantes,
caótica y bella—
Pongo sobre ella mi mano
acariciando.
Siento sus latidos.
Aguardo.
Ver la entrada original 9 palabras más